“LA MUJER DE NEGRO”, travesía sensorial de una historia recóndita que atraviesa la mente

Un género fascinante que atrae a los amantes del teatro y de las buenas historias, en un formato poco común, con una producción 2.0, un guion justo y un final que promete ser terrorífico. El espectador está rodeado de sonidos que llegan sin anunciarse y que solamente podrá comprobar in situ
El teatro Fígaro de Madrid es el escenario para una experiencia muy particular que sumerge al espectador en un submundo que palpita al ritmo de lo arcano y, en medio de una atmósfera misteriosa, lo involucra con cada momento de manera personal y directa.
"La Mujer de Negro", obra ícono de un género poco, o casi nada trabajado en las tablas, llega a las manos de la directora Rebeca Valls para cambiar la perspectiva de una manera de hacer teatro y llevar la batuta de un trabajo que traspasa lo que sucede en escena, llegando a las almas y mentes del que es testigo desde las butacas, hasta del que forma parte del equipo que conforma la producción.
Tras 30 años de ininterrumpido éxito en el West End londinense, la obra fue minuciosamente estudiada por Valls para llegar a lo que, más que una versión, es un montaje con su propia esencia, manteniendo el corazón de la adaptación impecable realizada por Stephen Mallatratt en 1987, basándose en la novela homónima de Susan Hill.
En el fondo la obra quizá representa una catarsis y cada uno de los que participan en el proyecto son participes de esa liberación, que se convierte en casi una invocación que invita a desprenderse de algo que al invocarlo se lo pasa a los actores y a todos los que ven la obra.
Jordi Ballester y Diego Braguinsky son los responsables de dar vida a los personajes que transportan al público a una historia en la que un abogado de mediana edad alquila un teatro y contrata a un actor profesional para que le ayude a contar un suceso terrorífico y trágico que le sucedió, pero que él nunca ha podido revelar a nadie.
Pareciera un relato simple, pero el mismo encierra una serie de situaciones que, con el apoyo de elementos sensorios logran una atmósfera que penetra en cada asistente, haciéndolo dudar de lo real e irreal y subrayando lo psicológico, en medio de réplicas que juegan entre el miedo y las risas.
Para Rebeca Valls, el éxito del montaje ha sido posible, entre otras cosas, gracias a la complicidad que ha habido entre la dirección, el elenco y todo el equipo. Considera importante resaltar el viaje que hacen los actores y que conforma un 50% de la obra, ya que el resto recae en los efectos especiales.
"Ha sido un proceso técnicamente muy complejo. Es una suerte contar una historia de fantasmas en el teatro. No hay zombis, ni sangre, pero el espacio sonoro y los efectos hacen que entre todo en la mente, sumado a las actuaciones de los protagonistas. Para mí hay un después de esta obra, no solamente en los profesional, sino también en que ahora creo que hay fuerzas del más allá, que no solamente son malas, así que a partir de ahora encararé cada proyecto con esa fuerza", comenta Valls.
La producción ha querido desarrollar la parte conceptual con la escenografía y el vestuario, con nuevos y mágicos efectos que potencien el mundo del más allá, con el ilusionismo, la música incidental y las proyecciones, para que los espectadores vivan una experiencia inmersiva de terror.
Jordi Ballester espera que esta producción traspase las fronteras de una obra normal y se convierta en todo un suceso, superando el momento social y cultural.
"Esta obra es un buen libro, una buena novela, una buena obra de teatro, te da emociones, estás en tensión, te da miedo, ríes, lloras, abarca tantas cosas que por eso espero que se convierta en un fenómeno. Una de las cosas más fuertes fue manejar el miedo, ya que mis reacciones son más infantiles, lo que no es muy teatral, así que representó un reto. Entendí que no se trataba de representar ese miedo, sino de sentirlo. Este es el trabajo más sólido que he hecho", asegura el actor.
Recalca que tanto él como su compañero de escena despiertan cuando el público aplaude, ya que durante toda la función están en un viaje que los sumerge en la historia y cada uno de sus matices, algo que no les ocurre de la misma forma en otros trabajos actorales. Para él, denota que no tienes ningún descanso mental y que la obra te lleva hasta el final, lo que ocurre también con los espectadores.
Por su parte, Diego Braguinsky le da mucho peso a lo que sucede en el escenario. Asegura que no se está compitiendo con una novela o una película, que esto se trata de otra cosa.
"Es como un sueño, he tenido la suerte de haber estado en el sitio y momento indicado para sumarme a este proyecto. Recuerdo cuando vi esta obra por primera vez y para mí fue como una revelación. Me pregunté a mí mismo cómo era posible hacer esto en un teatro. He visto cosas mágicas con 4 trastos, un baúl, una silla, dos actores, unas luces y sonidos. El primer desafío fue hacer un trabajo propio, más allá del que hizo Emilio Gutiérrez Caba, a quien admiro, además de crear varios personajes tan diferentes y valorar esta versión", señala Braguinsky.
Parte de lo atractivo de la obra y la puesta en escena radica en aquello que no se controla y que termina siendo como un protagonista más. Se trata de lo que sienten los espectadores, de lo psicológico y los efectos especiales que dan un aporte importante para que se cree esa atmosfera perfecta, tanto para los actores como para el público. Los efectos especiales, responsabilidad de Víctor Luca del Espacio Sonoro, así como la escenografía y los videos, con Luis Crespo en primera línea y la iluminación a cargo de Carlos Alzueta, fueron hechos al servicio de la función, para un texto muy potente. No se busca con la obra la espectacularidad, sino entrar en las mentes de los asistentes. No se trata tanto de magia, sino más bien de no saber de dónde vienen los efectos o cuándo ocurrirán.
"La mujer de negro" se está presentando en el teatro Fígaro de Madrid y estará en cartelera hasta el 11 de agosto. Las funciones se realizan de martes a sábados a las 20:00h y los domingos a las 18:00h. Así que preparen sus cinco sentidos y estén alertas, porque van a sentir el miedo cuando se escuche a un hombre decir, entre la penumbra de la sala, "eran las 9:30 del día de noche buena".
